Cuando el rey Salomón consagró el gran templo de Jerusalén suplicó al Señor:
“Cuando haya peste, plaga de trigo o pulgón… Cuando hay calamidad y enfermedad, escúchanos”.
Así, azotados por el coronavirus, suplicamos hoy, como el ciego a quién Jesús encontró:
“¡Haznos ver!” Sí, haznos ver cómo hemos vivido tan inconscientes, contaminando día a día nuestro hogar, el Planeta Azul, explotando, sacando, destruyendo, botando basura a diestra y siniestra, gozando de la danza macabra de la muerte con exceso de comida para algunos y hambruna para otros, con exceso de alcohol y drogas para huir de la realidad de una sociedad alienante, plagada de corrupción y de injusticia.
Haznos ver cómo hemos rendido culto a los dioses Moloch y Baal, dioses de la autosatisfacción, del consumo de más y más, sin importarnos en nada a los demás.
Hemos gritado:
“¡Tengo derecho a lo que a mí me plazca, al sexo como yo quiero!: violando, abusando”.
Hemos querido ser dios a nuestra manera, como aquellos que construyeron la Torre de Babel.
Hemos llegado a la Luna. Hemos comido del fruto del conocimiento, y ya conocemos mucho sobre los planetas; pero no conocemos, ni nos interesa, lo que siente el corazón del vecino, y mucho menos del otro de distinto color, de distinta cultura, de distinta religión.
Podemos andar en el espacio. Podemos viajar en jet y comunicarnos al toque, con alguien en otro continente –aunque no sepamos conversar con la persona a nuestro lado.
Conocemos más y más, gracias a la tecnología, pero no somos sabios. Ahora nos azota la plaga, y como en las plagas de la antigüedad y de la Edad Media, no faltan los que dicen: “A comer, a beber y a pasarlo bien, porque mañana morimos”. No faltan aquellos que se aprovechan de la necesidad del prójimo y alzan los precios de la comida, alzan los precios de la medicina, alzan los precios de los pasajes. Sí, todo sube y se cumple lo que dijo hace siglos el filósofo Hobbes: “Homo homini lupus – El hombre es un lobo para el hombre”.
Pero también, felizmente, hay aquellos que ofrecen solidaridad y cariño, que ayudan a los más vulnerables. Debemos agradecer a los médicos y las enfermeras, a los policías, y a los soldados
que se esfuerzan a proteger la población, sin importarles sus propias vidas.
Sí, el coronavirus es tiempo de desastre y también tiempo de gracia; tiempo de individualismo y también tiempo de solidaridad; tiempo de egoísmo y también tiempo de entrega a los demás; tiempo de agarrar para mí y también tiempo de dar al otro; tiempo que manifiesta lo peor del ser humano y también tiempo que manifiesta lo mejor.
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